Frente al àrbol seco
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El inquieto tintineo
de sus pupilas blancas
se retuerce
en el eco, del no-silencio.
Percibo entonces un ruido,
constante, perenne,
que no aquieta mis sentidos:
en cambio me mantiene alerta.
Yo habrìa de ser,
un ave,
un pez,
cualquier cosa,
menos una duda atada.
Entonces me retorcerìa
en mis aguas, entre las piedras,
volverìa a la raìz de la copa,
entenderìa la causa,
y el desvelo.
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