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Mostrando las entradas de enero, 2022

El placer de lo simple

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 A simple vista es un parque abandonado. Una hamaca cuelga del tronco roto, partido a la mitad. El césped está seco como la época del año. Sólo sirve el sube y baja. - Suuuube y baja, baja y suuuube. Suuuube y baja, baja y suuuube - le canto a mi bebé mientras sube y baja, sentado en cuclillas, sonriendo con su hermoso camanance. - ¿Vamos al tobogán, Leo? Camina despacito con sus pies descalzos. Lo subo al tobogán y se deja caer hasta que le doy un empujoncito. Al bajar, busca subirse por la red de mecate, que hace años dejó de existir.  Le llamo la atención la hamaca debajo del tobogán. Esa que puso su abuelo hace tantos años ya, para mecer a Ámbar. Está rota y desteñida. A Leo no le importa. Lo mezo tantas veces que pierdo la noción del tiempo viendo sus ojos brillar a través de sus largas pestañas. - Es una hamaca para bebés. Era de tu hermanita Ámbar. Leo es un bebé.  - Leo es un bebé, repite con su dulce voz. Leo todavía es un bebé. Mi bebé. El mismo que permite que sonría mi alma

Mi cuerpo habitado

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Foto: Sergio Cantillo Malavassi Mi cuerpo está habitado. Lo habitan los sueños nocturnos de mis hijos,  la leche que sale de mis pezones, las caricias del hombre que amo. Mi cuerpo está habitado. Lo habita una bailarina dormida, una niña que soñaba con ser escritora, una mujer que murió y nació una y otra vez. Mi cuerpo está habitado. Lo habitan historias de amantes de mil y una noches, arena, Mar y Sol, y noches de bailar hasta el amanecer. Mi cuerpo está habitado. Lo habitan asanas,  aceites esenciales, lágrimas y cosquillas. Mi cuerpo está habitado. Lo habitan cicatrices, chocolates, muchos chocolates, vino tinto y cantonés. Mi cuerpo está habitado, por un espíritu color índigo, intrépido e irreverente, soñador y emocional.