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Mostrando las entradas de enero, 2011

Vi las estrellas

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Él se llamaba Lyron. Era israelí. Lo conocí en una de las tantas fiestas en Tamarindo. Me gustó tanto a mi como a mi amigo, pero yo fui la afortunada. Era lindo, tenía unos ojos verdes de esos que encandilan, y sí, también era sexy. Besaba mmmuuy bien, y era muy divertido conversar con él en el único idioma que podíamos comunicarnos: en inglés. Él se reía de mi acento y yo le pedía que me hablara en hebreo. Él estaba acampando en Tamarindo, y decidí ponerlo a prueba. ¿Quería verme? Que llegara por sus propios medios a Brasilito... Y lo hizo. Todo era perfecto. La playa, el Mar con su ir y venir, y una noche estrellada. Hasta que llegó el momento clave... y me sentí como Amélie en la escena en la que se está cogiendo un tipo y sólo ve a la cámara con cara de ¿a qué horas va a terminar esto? Afortunadamente yo tenía ante mis ojos una bóveda de estrellas, que bien, bien podía ponerme a contar... Nunca más lo volví a ver. Pero si algo aprendí de esta, es que no todo lo que brilla... sabe u

Concha Buika- Nostalgias

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Ojos que no quieren ver

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Acostumbraba ir a ver Los Simpsons a la que sería su habitación. - Mmm... lindo niño- pensé. Y en una de las tantas fiestas en Tamarindo, lo besé. A la segunda me preguntó si podía besarme. Y me aseguré de enseñarle que es mejor pedir perdón que pedir permiso. Si en alguna ocasión puse en práctica aquello de que "un clavo saca otro clavo", fue en esta. Aún malenamorada, decidí que iba a ser una novia buena y que todo saldría bien. No más llantos, no más dramas, no más escenas en el bar del pueblo ni en ninguna otra parte. Aquel no tardó en enterarse ni de marcar su territorio, restregándome una nueva chica delante de mis narices. Pero yo ya estaba en otras. El niño era un dulce conmigo, eso no se le puede negar. Claro, mientras estaba despierto, porque una vez que regresaba del trabajo, dormía a pierna suelta. Yo dejé de ir a la playa. Y cuando fuimos me preguntó: ¿por qué nunca me trajiste? . A lo que le contesté con una sonrisa sarcástica: porque siempre estabas dormido. C

Una historia escrita sobre las conchas

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Conchal fue el inicio de una nueva etapa. Ese año no sabía hacia dónde ir, ni cómo. Era como esos barcos que han perdido el ancla. Y un buen día, tras un pleito familiar, imprimí varios curriculums, me puse mi mochila al hombro, y tomé un bus a Guanacaste. Quiso la suerte, el destino, o lo que fuera, que a la primera entrevista me dejaran una semana a prueba, y por allá me quedé, conociendo lo que sería mi nuevo trabajo, mi nueva casa y mi nueva Vida. Desde que lo vi me atrajo, mucho, muchísimo. Por más que le daba vueltas, no entendía cómo era posible que un tipo tan feo y con el que no había intercambiado palabra alguna, me atrajera de esa manera. Y además, se trataba nada más y nada menos que de mi supervisor. Una de esas noches, fuimos a "supervisar" la playa, y no me importó que una nube de zancudos me devorara de pies a cabeza... Estaba muy ocupada como para ocuparme de los zancudos. Nos sacudimos la arena en uno de los baños del hotel. Y esa fue la primera de muchas es

El flautista

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Me atrapó su melodía. - ¿Y ese niño quién es? , le pregunté doble intencionadamente a mi amiga. Sí, dije niño, porque tenía 19 años. Y yo ya había iniciado la década de los 30. Tenía que ser una bruja la que alentó esa atracción. Le dio mi teléfono y empezamos a comunicarnos... vía telefónica y a través de la música... porque cuando descubrimos que teníamos química en el escenario... volamos. Yo tenía la certeza de que algún elemental de la naturaleza hacía su aparición en ese momento, aunque no fuera capaz de verlo, sabía que ahí estaba. Mientras, yo bailaba, sobre los acordes que salían de sus labios. Decidí olvidarme que se trataba de un adolescente para convertirme yo en una adolescente. Caminábamos bajo la lluvia y nos deteníamos para besarnos, olvidándonos de que el mundo existía y que sólo teníamos una sombrilla quebrada. Lo llevé a contarle las historias que cuentan los museos y las calles de San José, fuimos a mi café-bar favorito, a construir cadáveres exquisitos sobre servil

El médium y la bruja

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No eran el lugar, ni las circunstancias, lo que no nos permitía fluir... Con nadie había logrado esa conexión espiritual. Con él no tenía que callar mi atracción por el esoterismo. En ese sentido estábamos en la misma frecuencia. Una noche me vi con él en la casa de una lectora del Tarot, la mejor del país, según se dice, rodeada de una serie de personalidades en la materia. Él y yo éramos los más chicos. Todos los demás en esa habitación superaban los sesenta años. Las paredes estaban rodeadas de máscaras y de objetos que parecía que cobrarían vida en cualquier momento. La puerta se abría con el viento, y ellos estaban segurísimos de que se trataba del alma de un amigo en común que ya había muerto. Y claro, no podía faltar a la hora del café (aunque no tuviera un trasero para sentarse). La señora que estaba sentada a mi derecha, me dijo que me acompañaba un alma vieja, que vestía de negro y se peinaba de moño. Aunque nunca la he visto, la siento conmigo: sé que mi abuela me protege. S

Précisément

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- Me encanta hacer el amor con vos, me dijo mientras me miraba desde sus ojos color almendra. Él me encantó, desde la primera noche que me invitó a salir. Me atrapó su discurso de sabelotodo, y ese mechón de cabello que le caía en la cara y lo hacía parecer una caricatura manga. Probablemente salió de una, porque entre más lo miraba no le encontraba defecto alguno. Una que a veces se complica la Vida y no se la cree. En lugar de hacerme publicidad, empecé a contarle mis cuentos bizarros, y saltaron mis neurosis y otros demonios, y ni para qué... Hasta yo misma hubiera salido corriendo, ahora que lo veo en retrospectiva. Para que dos personas estén juntas, en definitiva tienen que estar en la misma frecuencia. En fin, durante esos cuatro meses que las estrellas quisieron que este par de almas coincidieran en las mismas latitudes y longitudes, aprendí de él más de lo que él pudo sospechar. Me hizo ver hacia adentro, me hizo pensar que ese ser con el que compartís besos, sudor, tertulia y

Cadáver Exquisito

Interrumpo la programación regular, para compartirles una producción del Circo de los Dementes e invitados. Con ustedes, este cadáver exquisito: El fondo del absurdo es un atajo. Todo va a salir bien. ¡Cambia, cambia! Hay ausencias que representan el verdadero triunfo. Tiempo, tiempo... No es necesario pensar para escribir: el papel aguanta. Entonces, se absorbe el paisaje. - Yo quería ya. -¡Qué miedo! -Sé que las piezas encajan porque las vi separarse… Todo a su tiempo llega, solo disfruta del tiempo y sé feliz. Vuela, escapa al mundo de fantasía a través de la mascara en el espejo, el mundo de los que prefieren hacer imposibles realidad. Abrí el espacio para entretenerte. Paciencia. Muy preciso. En el momento indicado. Divino y perfecto como el nautilus… Cada momento es único. Absurdos pensamientos, pero son muchos y a través del sueño son representados - qué rico pero que cansado cuando hablan de uno las amiguillas... Canta corazón, vuela, vuela… Cualquier proliferación c

Entre una magnolia y un violín rojo

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Magnolia era nuestra película favorita. Así es que un día le regalé un paquete de inciensos de Magnolia. Él me recordó este detalle cuando nos reencontramos, a su regreso de Europa. Yo ya lo había olvidado... Empezamos a salir. ¿Dije salir? En realidad nunca salimos de su habitación. Habíamos encontrado una conexión sexual que no habíamos logrado antes. Y sin embargo, la primera noche le dije lo que realmente buscaba. La pasábamos bien teniendo una buena conversación, una botella de vino, una buena película y una mejor sesión de sexo. Pero lo que yo realmente quería y quiero y busco en mi interior, no lo obtendría de este menú. Por eso las madrugadas se tornaban amargas, y sentía frío aunque durmiera a su lado. Una mañana recibí un mensaje de texto de una amiga en común: Me besó. Y me invitó a su apartamento. Pero no quise ir. Ella ignoraba que para esos días nos habíamos estado viendo. Tomé aire y la llamé. Dejé que me contara todo con lujo de detalles. Luego le conté la verdad. Ella

La irreverencia de un beso

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Me gustaba su irreverencia. Me hacía reír con sus salidas... y si algo me hacía falta era reír. El enojo me reventaba el hígado por esos días: que por el pésimo servicio al cliente, que porque no me pagaban a tiempo... Y bueno estaba en la transición de una relación que parecía ser perfecta, hasta que él empezó a distanciarse. Tenía novio pero me sentía sola, y... una cosa llevó a la otra. De sentir simpatía empecé a sentir cariño y... atracción. Y como los deseos suelen manifestarse en los sueños, estos empezaron a repetirse una y otra vez. Hasta que un día me dije: ya basta, que sea un beso. Al fin y al cabo, sólo será uno. Qué engañada. Un beso sería una puerta. Y ni qué decir de la lucha interna que tenía. ¿Sentimientos de culpa? Sí, claro. Pero siempre he creído que en definitiva lo mejor es ser fiel a mí misma. Así es que me dejé llevar, por ese huracán de emociones, sensaciones y sentimientos que me sacudían de un extremo al otro, hasta que llegué a comprobar que es posible quer

El peluche bipolar

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Ella dice: - Desde que duermo sola duermo con un peluche. Él dice: - Desde que dejé de dormir solo duermo con un peluche bipolar.