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Mostrando las entradas de octubre, 2009

La Calle de los Excesos

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(Léase como canción) Aquí voy, rumbo a la Calle de los Excesos: no necesito la dirección. Me embriagaré en el deseo, me fumaré las ansias, fornicaré con las ganas, y las haré canción. Aquí voy dando tumbos, arrastrando recuerdos, con la botella en mano, vacía de encuentros y de una razón. Aquí voy viajando, sintiendo su piel contra mi piel, el espanto, el espasmo y la risa, de un corazón que ha guardado la dicha de olvidar y de seguir su intuición.

31

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Muy a pesar de mis carencias económicas, puedo plantarme y decir: me siento plena. ¿Qué mejor que 31 años bien vividos? A cada instante procuro vivir como si se tratara del último suspiro, intensa y apasionadamente. A veces me desbordo, pero procuro estar despierta, entendiendo cada paso que doy, cada mensaje oculto o directo que recibo. Estoy rodeada de gente que amo y que me ama. Quienes desean hacerme una zancadilla son los menos, por fortuna. Y si me caigo me levanto de nuevo. Al menos la ingenuidad me abandonó hace muchos años. A estas alturas me han hecho canción, poema y cuento. Es hora de que la musa publique su propia historia. He hecho de las artes mi modus vivendi, o bien, he procurado hacer un arte de lo cotidiano. Me río de los absurdos de la existencia, y convivo con ella, sin abandonarme en la melancolía: hace años que abandoné el Romanticismo. Cada vez abro más los ojos, sin perder la capacidad del vuelo, ni la de desvanecerme en el agua. Fluyo como el río: me niego a e

Contemplación

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Hay imágenes que jamás se borrarán de tu mente, aunque no tengás una cámara a mano...

Atenta

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A veces una, que vive en ese mundo que roza con lo irreal, que se la pasa juntando flores por el trillo de la fantasía, se le olvida que bajo los pies está la cañería, y de paso hay una fuga, y de paso hay brazos que intentan agarrarte de los pies, provocándote zancadillas que lográs evadir porque de verdad un ángel te protege. Aterrizar es duro. El suelo no es el colchón suave sobre el que dormís todas las noches. Y aunque creés en la esencia de estos seres llamados humanos, y confiás en que aún hay algo bueno en ellos: en todos, no podés fiarte, morena, ni del uno ni del otro. Triste realidad, tal vez. Pero quizás con los seis sentidos alerta, podás desplazarte ágilmente del mundo real al de los sueños, como si se tratara de una danza.