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Mostrando las entradas de noviembre, 2005

Redacción: Mi familia

Sí, es casi como un deber... Por mucho estoy mejor sola. Es bueno levantarse cada mañana y escuchar el silencio. Y si amanezco de malas, me lo quito con agua fría. Pero no puedo hacer lo mismo con mis padres. Nadie los cambia. Lo curioso es cuando te das cuenta de que, vayas donde vayas, los llevas contigo. Y el paquete va completo: temores, angustias, defectos y virtudes. Cuesta deshacerse de esos fantasmas. ¡Ahora, de los tics...! Pero al fin y al cabo, de ahí provienes. Es tu origen. No hay de otra. Además, es curioso, cómo aún puedo ser una niña pequeña que necesita de su padre cuando se enfrenta a una cucaracha, o después de ver una película de terror, o sencillamente cuando quiero un abrazo. Y sé que nadie más haría eso por mí, entre otras cosas...

Sobre la Navidad y otros detalles

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Hace mucho que dejó de ilusionarme. Hay más gente caminando por la Avenida Central. Las tiendas adornadas desde setiembre (¡lo detesto!). La publicidad en todas las páginas del periódico. Las mismas fiestas de siempre y en las casas: los adornos del año pasado. Y un motivo para celebrar ajeno a nuestra cultura. Sinceramente apesta. Pero cuando me tocó trabajar durante esos días, a kilómetros de distancia de mi familia... entreteniendo a los hijos de unos perfectos desconocidos... sentí el ácido... ¡Feliz Navidad!

Mmm...

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"Mi pecado se expía en el instante en el que te llevo dentro. Mis labios son tuyos, y la falta es nuestra."

Reminiscencias

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Precisamente si hay algo que no puedo dejar de ser es una niña. Muchas veces actúo como una niña pequeña. Y hasta puede ser molesto. Pero no voy a negar que me encanta. Ahora es más que una promesa de no olvidar jamás que lo fui. No puedo dejar de jugar. Lo difícil es que... nunca me gustó perder. Ahora me toca admitirlo, y punto. Perder es también avanzar una casilla, no precisamente retroceder. También me encanta jugar escondido. Y no ser encontrada. Ahí es donde el juego adolescente no cabe... porque el objetivo es otro... Y mirar donde no se ve, y descubrir lo que supuestamente no existe. Soñar, sigue siendo para mi completamente válido (y terminé hablando como un adulto)...

Sinceridad

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Una es más auténtica cuando más se parece a lo que ha soñado de sí misma... (Agrado, Todo sobre mi madre ). Aún con todas mis máscaras: soy la que soy, quien quiero ser en cualquier momento. Juego a ser. Y al mismo tiempo me expongo. Pero tengo la capacidad de reinventarme a mí misma.

Nada como el mar...

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... y su ir y venir con fuerza. Nada tan limpio, tan natural y tan sincero. Tanto como para sumergirme en él y flotar en su superficie. Y ser una de sus criaturas: iridescente.

Tentación

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Podría morderte los labios... pero prefiero morderme la lengua.

Esa tarde

Tenía sólo unos días de haberte conocido, y nos habíamos citado para ir esa tarde por un café. No acostumbro hacerlo, pero llegué unos minutos antes, así es que entré por un momento a la Iglesia. Hay un aire ahí adentro que no se respira en ninguna otra casa. Caminé lentamente, viendo como la luz se quebraba al entrar por los vitrales. Quizás encendí una vela..., caminé frente al altar, y salí por el lado opuesto. Seguramente me vería extraña en la entrada de la Iglesia, vestida toda de negro; leyendo un libro como si estuviera en el parque. Pero sólo te estaba esperando. Llegaste, y una vez que nos sentamos en el café, cambiamos los cafés por dos copas de vino. Tinto para ti, blanco para mi. Escogimos una ensalada para compartir. Creo que tenía queso de cabra. No lo recuerdo ya. Sólo lo que decían nuestros ojos, el calor que se evaporaba por encima de la mesa, y las canciones que sonaron esa tarde... No imaginé que las recordarías... diez meses después.

Luz

Lo más interesante de la vida no es la materia, la cual es muy transitoria. El mundo astral es infinito. Win Won

Una taza de café amargo...

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...y el olor de cigarro en una habitación cerrada. - La dificultad para entendernos, e interpretarnos... Sólo se escucha el tic-tac del reloj-despertador... o en su defecto el silencio. El televisor encendido, el agua hirviendo y tu abrazo tibio. - Para qué las palabras... - Yo si las necesito. Igual necesito tomar agua, tomarme las pastillas, ponerme la inyección, llegar temprano al trabajo, pagar la renta, hacer las compras, tomar el taxi, limpiar el baño, lavar los trastos... Es más: ésas son las razones por las que necesito escuchar tus palabras.

Reflexión de medio día

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Llueve, y el cansancio me cierra los ojos. Acabo de comer y me siento más pesada. Podría hacer tantas cosas y no estoy haciendo nada. Necesito que salga el Sol dentro de estas cuatro paredes, que deje de cocinarme esta luz de fluorescente. Al menos hay más silencio, sólo las teclas de fondo, y una música pop relativamente tolerable. Por suerte no escucho sus pensamientos. Durante el almuerzo sólo encuentro títeres a mi lado. No hallo una pizca de lucidez, o al menos a mí me lo parece. Busco una palabra y encuentro una duda, que pende ligeramente del techo del patio interior.

Tensión

- Hay quienes pueden trabajar bajo presión, pero a mí no me funciona. - A mí si, depende. Digo, me gusta la adrenalina. - Adrenalina es otra cosa. Es lo que se siente en la montaña rusa, frente a un escenario cuando empieza una función, cuando estás haciendo el amor... ¡no cuando te piden algo de ya para ya! - Mmm, depende, insisto...si se trata de hacer lo que te gusta... - Sí, pero me gusta tomarme mi tiempo para hacer lo que me gusta, y bien hecho... - Claro, pero... - ¿Es una situación ideal? Sí, bueno, no soy yo la que toma decisiones aquí... ya me corresponderá...¡algún día!

Tiempo

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Allá con lo que cada quién haga con su tiempo. Lo triste es no percatarse de que se va muy rápido. Y aún peor: no hacer nada provechoso con él. Todos sabemos que vinimos al mundo para nacer, crecer, reproducirnos y morir. Pero... ¿qué con eso? No es suficiente ir a trabajar o estudiar día tras día. Esperar que lleguen los domingos para ver el partido o ir a misa si es que aún queda la costumbre. El tiempo lo contiene más una mirada, una nota, una caricia, lo que siento cuando voy a caminar y precisamente, no me importa el tiempo.