Viaje al corazón

Cerré mis ojos, y una lágrima azul brotó de mi frente... Rodó suavemente, mojando el borde de mi nariz, hasta deshacerse en la comisura izquierda de mis labios. Su sabor era amargo y dolía como duele la desazón.

Tuve ganas de correr, pero mis pies no respondieron. Quise gritar, pero sólo pude emitir un sonido sordo. Desesperada, empecé a desprenderme cada una de las uñas, para luego lamer el sabor de mi sangre...

Me dejé caer, en el agua, tibia y clara. Respiré profundo el aroma de las flores de la llamarada del bosque. Algunas se quedaron flotando entre mis cabellos. La mayoría se las llevó la corriente, y me pregunté si yo podría irme con ellas...

El amor es dulce, me dije. No debería doler. Nadé, hasta llegar al Mar, como mis antepasados los peces. Llegué para ver cómo el Sol se ocultaba entre las olas teñidas de oro. Estando allí pensé: ¿y si me quedara aquí para siempre? ¿Sacrificaría mis piernas de bailarina por tener una cola de pez? Me respondió la brisa del Mar. En estos pensamientos me sorprendió la noche, con su vestido estrellado. Una capa de plancton luminoso me cubrió la piel, y me acarició las cicatrices.

Desperté desnuda en la playa, con el calor de los primeros rayos de Sol. No sé qué me gusta más: si los amaneceres o los atardeceres frente al Mar... El amanecer me trajo el recuerdo de la voz quejumbrosa de un flamenco: "porque amar es el empiece, de la palabra amargura..." Decidí levantarme, y caminar a lo largo de la playa. Saludé al Mar, y le lancé mis preguntas y mis peticiones, como si se tratara de un rito gitano. Respuestas nunca recibo, pero sentir la espuma lamiéndome los pies me reconforta. Escucharlo me tranquiliza. Es como un bálsamo. Sentí cómo me estaba llorando el alma... y dejé que mis lágrimas se mezclaran con el agua de Mar. Se me ocurrió pensar que quizás el Mar estaba formado de las lágrimas de las sirenas... y que en realidad eran criaturas satanizadas.

Se me antojó volar, así es que seguí con mis ojos el vuelo de las gaviotas... y se me parecieron a las palomas que lo llevaron de viaje...

Cada uno sigue su corazón.

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