¿De dónde sos?
-¿De dónde sos?
-De la Luna, respondí (RISAS).
Nunca he sentido que le pertenezca a algún lugar en particular. Sé dónde vivo, pero en Tiquicia no se acostumbra preguntar "¿dónde vivís?", sino, "¿de dónde sos?".
Ahora que estoy regresando de la playa a mi trabajo, un lugar con el que no he llegado a sentirme identificada luego de año y siete meses de estar acá, me respondí a esa pregunta: Soy del Mar. Si a algún lugar siento que le pertenezco, es a esa inmensidad de agua salada, cuyas olas vienen y van, cuya marea se altera con los cambios de Luna, cuyos secretos albergan el refugio de corales, peces multicolores y caballos de Mar.
La próxima vez que me hagan esa pregunta, sabré qué responder, porque ya sé adónde pertenezco. No al tránsito de San José, ni a sus calles llenas de gente que viene y va. Mucho menos a Cartago. Ni siquiera a la Carpintera, que tanto me gusta, nublada por la lluvia a punto de caer, o con su gama de colores verdiazules a la luz del Sol. Soy del Mar. Y no hay de otra.
-De la Luna, respondí (RISAS).
Nunca he sentido que le pertenezca a algún lugar en particular. Sé dónde vivo, pero en Tiquicia no se acostumbra preguntar "¿dónde vivís?", sino, "¿de dónde sos?".
Ahora que estoy regresando de la playa a mi trabajo, un lugar con el que no he llegado a sentirme identificada luego de año y siete meses de estar acá, me respondí a esa pregunta: Soy del Mar. Si a algún lugar siento que le pertenezco, es a esa inmensidad de agua salada, cuyas olas vienen y van, cuya marea se altera con los cambios de Luna, cuyos secretos albergan el refugio de corales, peces multicolores y caballos de Mar.
La próxima vez que me hagan esa pregunta, sabré qué responder, porque ya sé adónde pertenezco. No al tránsito de San José, ni a sus calles llenas de gente que viene y va. Mucho menos a Cartago. Ni siquiera a la Carpintera, que tanto me gusta, nublada por la lluvia a punto de caer, o con su gama de colores verdiazules a la luz del Sol. Soy del Mar. Y no hay de otra.
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