180 º

Acababa de terminar una relación de cinco años... hasta que una noche decidí dejarlo ir y me fui de fiesta. Ya no recuerdo cómo nos volvimos a ver. La cosa es que quedamos de salir, y yo ya estaba lista.

Lo conocía desde niño, pero el niño ya había crecido y tenía una piel color aceitunada, era alto, delgado, y los lentes le daban un aire interesante...

El tequila, el limón y la sal, sólo fueron una excusa... Quien diga que los besos ácidos no saben como los dulces es porque aún no los ha probado.

Salir con él fue muy diferente... y refrescante. Cambiar de aires me hizo bien. Pero una escena de celos de mi ex casi llevó al traste esta nueva relación. Afortunadamente logré calmarle los humos: una tarde mi ex me siguió desde la U hasta mi casa, y mientras hablábamos llegó este chico, y claro, se dio para confusiones.

Él me gustaba mucho, sin embargo en ese tiempo era un tanto superficial y engreído (por no decir totalmente) y no soy de las que se callan las cosas. Sin embargo no había nada que hacer si él no quería interiorizar y hacer algo al respecto.

Un día desapareció. Lo malo fue que a ese día le siguió otro... y otro. Su madre me llamó desesperada preguntándome si sabía dónde estaba. Y yo estaba igual, sin saber nada. Cuando al individuo se le ocurrió aparecer en mi casa, lo mandé a volar. ¿Qué se creía? Se había pegado un fiestón de días y noches sin dar señales de Vida. A otra con cuentos.

Con el tiempo me lo volví a topar. Había cambiado de carrera y ahora era compañero de la U de mi mejor amigo. Nada ocurrió, sino hasta años después, cuando me invitó a hacer un paseo. Yo esperaba que fuéramos solos, pero llevó a un amigo. Durante el trayecto eligió el tema de conversación equivocado: religión. Empezó a hablarme de Dios desde una perspectiva cajonera, es decir desde una religión. Resultó que ahora era testigo de Jehová, e intentaba evangelizarme. Se topó con una pared. Mis creencias son mucho más amplias. Para mi Dios no tiene género, el cielo y el infierno pueden estar en la tierra, creo en la reencarnación y en que todo y todos somos energía. Nuestro acompañante sólo escuchaba: no había oportunidad de intervenir en medio de ese pin-pong.

En fin, una vez que llegamos a nuestro destino, cambiamos las ruedas de su auto por las de tres bicicletas y el paisaje bajó los humos. Almorzamos riquísimo y nos dispusimos a regresar.

Cuando llegamos a mi casa, se disculpó por su desaparición años atrás. A mi me tentó besarlo, pero el asunto religioso me detuvo y me contuvo. Luego me llamó por teléfono y me confesó que aún le gustaba. A mi también, le dije, pero definitivamente estamos en frecuencias distintas. Y acto seguido, volvió a desaparecer.

Comentarios

Pablo Riba dijo…
Yo se lo que es mi joven amiga.
Las habitaciones ventiladas, los teléfonos que hablan con los ojos y cuando al punto final no le quedan dos puntos suspensivos.

Tal vez te ayude: http://inthistyle.blogspot.com/2010/11/despues-del-amor-viene.html

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