El flautista



Me atrapó su melodía.

- ¿Y ese niño quién es?, le pregunté doble intencionadamente a mi amiga. Sí, dije niño, porque tenía 19 años. Y yo ya había iniciado la década de los 30.

Tenía que ser una bruja la que alentó esa atracción. Le dio mi teléfono y empezamos a comunicarnos... vía telefónica y a través de la música... porque cuando descubrimos que teníamos química en el escenario... volamos. Yo tenía la certeza de que algún elemental de la naturaleza hacía su aparición en ese momento, aunque no fuera capaz de verlo, sabía que ahí estaba. Mientras, yo bailaba, sobre los acordes que salían de sus labios.

Decidí olvidarme que se trataba de un adolescente para convertirme yo en una adolescente. Caminábamos bajo la lluvia y nos deteníamos para besarnos, olvidándonos de que el mundo existía y que sólo teníamos una sombrilla quebrada.

Lo llevé a contarle las historias que cuentan los museos y las calles de San José, fuimos a mi café-bar favorito, a construir cadáveres exquisitos sobre servilletas y trozos de papel. Y también a Zorratepec, a despertar a los duendes que habitan entre los árboles.

Mis amigas no entendían qué estaba haciendo con este niño. Yo... sabía lo que hacía, pero se me salió de las manos. Descubrí que tener y mantener una relación abierta requiere madurez, y definitivamente no es una opción cuando hay tantas dudas, inseguridades y rollos por resolver... Yo cerraba los ojos, tratando de recordar quién fui a los 19 y se me venía a la mente la imagen de una chica de falda larga, caminando descalza por las calles de San José, y entonces fue cuando me dije: qué-estoy-haciendo. Él se enamoró y yo rompí un corazón. Pero terminarle fue lo más sensato que pude haber hecho. Aquello no tenía pies ni cabeza. Preferí ser su amiga, pero él no estaba preparado para ese cierre, así es que acto seguido, hice mutis por el foro.

Después de esa experiencia, ya no estoy tan segura de querer ser la señora guapa que anda luciéndose con chicos veinteañeros. Todo tiene un precio.

Comentarios

... dijo…
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Hugo Escalante dijo…
Todo tiene un precio, pero la indiscutible marca que queda en su memoria (los recuerdos violentos o vagos) y que servirá para apaciguar sus ansias, cuando llegue el tiempo de la decadencia, allí es cuando dirás: !SIIIII lo hice!!!! Y en ese instante esa marca no tendrá precio. Será su capital en oro puro. !!VIVE INTENSAMENTE AHORA!!
Cristibel dijo…
Eso hago: a cada instante.

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