Esta es la historia...
Esta es la historia de una mujer que un día no se sintió suficiente. Ni suficientemente capaz, ni suficientemente bella, ni suficientemente buena, ni suficientemente intelectual: ni siquiera suficientemente ella... Empezó por hacer lo que nunca antes había hecho: compararse con las demás, y peor aún, con las expectativas que tenía de sí misma.
Tras repetirse estas múltiples torturas, ocurrió lo inevitable: como no podía deshacerse de sí misma, cayó en un letargo profundo, un silencio frío pero apacible: se hizo invisible. Poco a poco fue perdiendo la línea con que se nos traza cuando apenas somos un dibujo. Le ocurrió lo que a Vladimir esperando a Godot: todo lo veía negro.
Y de algo tiene que aferrarse una cuando va cayendo en el agujero negro.
Le ofrecieron la religión como salvación, pero en vez de verla como un salvavidas, sintió que se ataba un yunque. Mientras iba cayendo, hubo amigos que se quedaron rezagados en el camino. Y viejos amigos que le tendieron la mano, pero ella ni siquiera extendía los brazos: sólo se dejó caer. Su familia fue más paciente y hubo momentos en los que se dejaron caer con ella: ahora eran tres un agujero. Y cuando lograba elevar su rostro hacia el firmamento, llovía tanto que no podía ver a través.
Buscó ayuda. Pero ni la terapia, ni las pastillas, ni el psiquiatra, ni las psicólogas. Aprendió a dejar de caer cuando entendió que la fuerza estaba en ella misma. Que las ganas de vivir no las encontraría huyendo al Mar, ni fuera del país, ni atándose una cuerda al cuello. Mucho menos acostada en una cama.
Así es que decidió empezar por el principio: por aprender a respirar. Y cuando le encontró el gusto a ese simple acto de inhalar y exhalar a través de las fosas nasales, empezó a disfrutar las cosas más básicas: comer, caminar, dormir... ¡dormir de nuevo! ¡sin despegar los ojos en toda la noche! Entonces recordó otros verbos como reír, bailar y hacer el amor... Y decidió levantarse de la cama, verse al espejo y salir a torear la Vida, porque no era la primera vez que se daba cuenta que el tiempo no se detendría por ella.
Montaje dirigido por el destacado actor y director chileno, Ramón Núñez, cuenta con un elenco protagonizado sólo por mujeres, lo que marca una diferencia pues se trata de una pieza teatral escrita y pensada para hombres (Esperando a Godot, de Samuel Beckett).
Quien no sepa lo que es morir en Vida, es porque no le ha tocado reconstruirse.
Tras repetirse estas múltiples torturas, ocurrió lo inevitable: como no podía deshacerse de sí misma, cayó en un letargo profundo, un silencio frío pero apacible: se hizo invisible. Poco a poco fue perdiendo la línea con que se nos traza cuando apenas somos un dibujo. Le ocurrió lo que a Vladimir esperando a Godot: todo lo veía negro.
Y de algo tiene que aferrarse una cuando va cayendo en el agujero negro.
Le ofrecieron la religión como salvación, pero en vez de verla como un salvavidas, sintió que se ataba un yunque. Mientras iba cayendo, hubo amigos que se quedaron rezagados en el camino. Y viejos amigos que le tendieron la mano, pero ella ni siquiera extendía los brazos: sólo se dejó caer. Su familia fue más paciente y hubo momentos en los que se dejaron caer con ella: ahora eran tres un agujero. Y cuando lograba elevar su rostro hacia el firmamento, llovía tanto que no podía ver a través.
Buscó ayuda. Pero ni la terapia, ni las pastillas, ni el psiquiatra, ni las psicólogas. Aprendió a dejar de caer cuando entendió que la fuerza estaba en ella misma. Que las ganas de vivir no las encontraría huyendo al Mar, ni fuera del país, ni atándose una cuerda al cuello. Mucho menos acostada en una cama.
Así es que decidió empezar por el principio: por aprender a respirar. Y cuando le encontró el gusto a ese simple acto de inhalar y exhalar a través de las fosas nasales, empezó a disfrutar las cosas más básicas: comer, caminar, dormir... ¡dormir de nuevo! ¡sin despegar los ojos en toda la noche! Entonces recordó otros verbos como reír, bailar y hacer el amor... Y decidió levantarse de la cama, verse al espejo y salir a torear la Vida, porque no era la primera vez que se daba cuenta que el tiempo no se detendría por ella.
Montaje dirigido por el destacado actor y director chileno, Ramón Núñez, cuenta con un elenco protagonizado sólo por mujeres, lo que marca una diferencia pues se trata de una pieza teatral escrita y pensada para hombres (Esperando a Godot, de Samuel Beckett).
Quien no sepa lo que es morir en Vida, es porque no le ha tocado reconstruirse.
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