Tributo a la Tierra
Hay una fuerza indiscutible en el flamenco que despierta la Tierra con los tacones. Que enciende fuegos, que apaga velas. Que eriza la piel, que levanta faldas, que quiebra con las miradas, que se detiene en una nota, y sobrevive en el eco que emana el silencio. Y viene, de un movimiento cimbreante de caderas, un tributo a la Tierra, de pies descalzos, de vientres fértiles, de manos que se retuercen como serpientes, que se elevan sobre la arena del desierto, la que te llevó allá, gitana, viajera... con el tiempo, atado a los velos.