Asalto no. 2
Anoche fui con mi madre a una fiesta. Mi amiga Andrea y su mamá también llegaron a la fiesta. No era precisamente una fiesta de disfraces, pero había una mujer que lucía un turbante y una máscara. Los presentes le pedimos que se quitara la máscara. Tras insistirle, finalmente accedió, y empezó a quitarse la máscara. Y para mi sorpresa (aunque lo presentí en el fondo), tenía otra máscara detrás de esa, horrible, una especie de burro y demonio. Y así continuó quitándose una máscara tras otra, hasta que pudimos ver su verdadero rostro. Ella estaba asustada, pues había ocultado su cara durante mucho tiempo por supuestas cicatrices de quemaduras. La motivamos a que se levantara y se viera en el espejo que cubría una de las paredes de la sala, a sus espaldas. Se sorprendió al ver que su rostro era bello, sin una sola cicatriz. Y lentamente se desprendió el turbante... No podía creerlo. Pero no era más que su auto-reconocimiento. Curiosamente, la mujer era mucho más joven de lo que esperábamos, y... se parecía a mi. Pero ya era suficientemente impactante el hecho de que ocultara algo que no tenía por qué ocultar, ¿o que se recuperara así de las cicatrices?
Acabó la fiesta. Pero la joven seguía viviendo sola... con su madre... que la había sometido a vivir oculta, que había atribuido su belleza a la genética, y no a su hija, que la relegaba a dormir en un rincón en las peores condiciones... hasta que ese día la madre por descuido dejó caer su billetera. Y la chica, ni lenta ni perezosa, la tomó, y espero a que su madre subiera las escaleras para salir corriendo a la calle y tomar el primer transporte que pasara por allí. "Allí" era un pueblo, en el que no pasaría el autobús, pero si una oportuna carreta que la sacó de su infierno para siempre.
La joven no tardó en conseguir trabajo, ni mucho menos en hacer pruebas para hacer realidad su sueño: ser bailarina. Y ahí estaba, con sus zapatillas de ballet, haciendo ejercicios de calentamiento para la clase del día... cuando mi día decidió comenzar, y mis ojos, abrirse.
Acabó la fiesta. Pero la joven seguía viviendo sola... con su madre... que la había sometido a vivir oculta, que había atribuido su belleza a la genética, y no a su hija, que la relegaba a dormir en un rincón en las peores condiciones... hasta que ese día la madre por descuido dejó caer su billetera. Y la chica, ni lenta ni perezosa, la tomó, y espero a que su madre subiera las escaleras para salir corriendo a la calle y tomar el primer transporte que pasara por allí. "Allí" era un pueblo, en el que no pasaría el autobús, pero si una oportuna carreta que la sacó de su infierno para siempre.
La joven no tardó en conseguir trabajo, ni mucho menos en hacer pruebas para hacer realidad su sueño: ser bailarina. Y ahí estaba, con sus zapatillas de ballet, haciendo ejercicios de calentamiento para la clase del día... cuando mi día decidió comenzar, y mis ojos, abrirse.
Comentarios
Esa muchacha puede ser parte de utd, nunca se ha puesto a pensar en eso!?
El inconciente le juega a uno imagenes tan interesantes en los sueños q es muy interesante!
Esta bien loco ese sueño, me gusta mucho!
Ya quiero el No.3