FUEGO
Foto: William Eduarte.
Todos y todas tenemos un fuego en nuestro interior. Cuando morimos, perdemos la temperatura porque se escapa ese hálito de Vida. Tiene que haber mucho fuego en el parto, mucho fuego al hacer el Amor. Hay fuego en el calor de nuestro hogar. Necesitamos fuego para cocinar nuestros alimentos.
Qué cara pondrían los primeros seres humanos que descubrieron el FUEGO. Sí, el fuego también produce miedo. Lo he visto. Muchas hermanas mujeres fueron quemadas en la hoguera por ser inteligentes, por tener conocimiento. El conocimiento les dio poder... y las quemaron. Sí, las llamaron brujas.
El fuego se lleva las cenizas de lo que ya fue. Así quemamos las cosas que ya no necesitamos, las cartas que no quisimos entregar o que queremos olvidar. Quemamos también intenciones. Intencionamos con el fueguito de una vela, elevamos nuestro rezo con el fuego de un sahumador. Con un sahumador queman también incienso en las iglesias.
Hay mucho fuego también en nuestro enojo. El cuerpo se crispa, el rostro se enrojece. Gritamos, somos capaces de golpear... ¿Cómo canalizar esta ira para no lastimarnos ni lastimar a nadie? Ojalá siempre tuviéramos una montaña para subir a la cima y gritar a más no poder para sacar ese enojo, pero... ¿si estamos lejos de la montaña? Respirar, llenar los pulmones de aire, entregar a la Tierra el enojo para que lo transforme. ¿Y si se sale por los poros? ¿Y si reventás porque no podés más? ¿Y si has acumulado tanto que necesitás explotar? ¿Creen que de verdad es mejor contenerse? ¿Por cuánto tiempo? He visto que es peor acumular. Hay que liberar el enojo. Y es de sabios canalizarlo. ¿Cuánto nos falta para ser sabios? Largo camino por recorrer...
Bailo con FUEGO. Lo sentí mucho cuando estuve embarazada de Ámbar. No es casual que haya nacido en el año del Dragón... AMO bailar con fuego. La primera vez quise empezar con velitas de fuego. Según yo la llamita, al ser más pequeña iba a quemar menos. Ni con aislante de calor ni guantes de tela se dejaba sentir el fuego con su intensidad. Aprendí que con los abanicos de fuego más grandes, estaba más lejos de mi cuerpo y podía manejarlo mejor. Aprendí a manejar el FUEGO, a bailar con él, a AMARLO. Me encanta el humo y su efecto sanador. me encanta el vapor del agua caliente...
¡Manténlo prendido! ¡Y no lo dejes apagar!
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