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Mi cumpleaños siempre ha sido para mi muy importante, y es porque es la celebración de la Vida, el fin de un ciclo y el inicio de otro. He sido muy afortunada porque desde niña se celebró mi cumpleaños con una fiesta, más adelante con un almuerzo, y luego por mi parte empecé a organizar mis propias fiestas, porque me encanta compartir, bailar, ¡celebrar en grande!
El año pasado estuve desconectada de mi propia alma, y aún así lo celebré brevemente con las personas que tenía más cerca en ese momento. Un año ha pasado desde entonces y mi Vida ha cambiado muchísimo. Empecé con una energía avasalladora que se difuminó en la fiesta que empecé en diciembre, eniembre, febriembre..., hasta que yo misma la paré porque ya seguir en marzo era demasiado. Disfruté muchísimo, tanto como sufrí el año pasado. Me enamoré, creí y confié porque así me lo dictó mi corazón, y de ese amor fue concebida mi preciosa Ámbar, el regalo más hermoso que me ha dado la Vida en estos 33 años. Ella sabe que deseé su llegada desde hace muchos años, desde lo más profundo de mi corazón. Por alguna razón que está más allá de nuestro conocimiento, ella eligió a sus padres, y este momento para materializarse en un ser humano que se está formando en mi vientre, y que en febrero verá la luz del Sol, por primera vez... o de nuevo. Y a pesar de todas las circunstancias, ella me transmite una energía electrizante, una fortaleza que jamás hubiera soñado hace un año, una felicidad indescriptible. Alguien dijo muy bien que no hay forma de explicar con palabras el hecho de estar embarazada.
Otro milagro es el Sol brillando esta mañana después de tantos días de lluvia. El recibir tantos saludos de parte de mis amigas, amigos y conocidos. El poder abrir mis ojos y tener ganas de levantarme de la cama desde la madrugada, cuando ya ansiaba que amaneciera como si fuera a emprender un largo viaje. Cuando una vuelve a la Vida, la acepta, la asimila y agradece, cada pequeña cosa constituye un milagro. Gracias, Vida, por darme la oportunidad de reinventarme, de renacer, y de dar Vida.
El año pasado estuve desconectada de mi propia alma, y aún así lo celebré brevemente con las personas que tenía más cerca en ese momento. Un año ha pasado desde entonces y mi Vida ha cambiado muchísimo. Empecé con una energía avasalladora que se difuminó en la fiesta que empecé en diciembre, eniembre, febriembre..., hasta que yo misma la paré porque ya seguir en marzo era demasiado. Disfruté muchísimo, tanto como sufrí el año pasado. Me enamoré, creí y confié porque así me lo dictó mi corazón, y de ese amor fue concebida mi preciosa Ámbar, el regalo más hermoso que me ha dado la Vida en estos 33 años. Ella sabe que deseé su llegada desde hace muchos años, desde lo más profundo de mi corazón. Por alguna razón que está más allá de nuestro conocimiento, ella eligió a sus padres, y este momento para materializarse en un ser humano que se está formando en mi vientre, y que en febrero verá la luz del Sol, por primera vez... o de nuevo. Y a pesar de todas las circunstancias, ella me transmite una energía electrizante, una fortaleza que jamás hubiera soñado hace un año, una felicidad indescriptible. Alguien dijo muy bien que no hay forma de explicar con palabras el hecho de estar embarazada.
Otro milagro es el Sol brillando esta mañana después de tantos días de lluvia. El recibir tantos saludos de parte de mis amigas, amigos y conocidos. El poder abrir mis ojos y tener ganas de levantarme de la cama desde la madrugada, cuando ya ansiaba que amaneciera como si fuera a emprender un largo viaje. Cuando una vuelve a la Vida, la acepta, la asimila y agradece, cada pequeña cosa constituye un milagro. Gracias, Vida, por darme la oportunidad de reinventarme, de renacer, y de dar Vida.
Foto: Noelia Alfaro
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