Antología de una cena romántica

Te invito a cenar. Tomá asiento, que recién el horno está en precalentamiento. Escogí mis mejores cubiertos para recibirte (también afilé mis colmillos). Aún no he decidido por dónde empezar...

Estoy entre deshacerme de vos de un sólo tajo o irte destruyendo de a poquitos. Creo que disfrutaré más desmenuzándote, lentamente... ¿Y si empiezo por esa lengua articuladora de mentiras? Creo que puedo rebanarla de un tajo, y aderezarla con orégano y albahaca. Luego te voy a desfigurar esa sonrisa engañosa... ¿Y si voy de una al corazón? De todas formas... ¿para qué lo querés? Si no le das ninguna utilidad... así es que bien podría ser parte de una fritanga... como cualquier embutido de baja categoría... Voy a picar la cebolla frente a tus ojos... creo que es la única forma en la que puedo hacerte llorar... Tus ojos, los dejo para el postre, cariño, que quiero que veas cómo me sacio con tus órganos. ¿Para qué el vino, si puedo beber tu sangre? Y eso que te cuelga entre las piernas... ¿para qué lo querés? Qué pena querido, creo que no lo vas a necesitar (CORTE). Y como los malos cortes de carne... va directo a la basura.

Tus manos... cómo me gustaban tus manos... La voy a pelar una a una como rábanos. Quizás pueda preparar una ensalada, ¿te gusta el vinagre balsámico?

Y ahora que estás todo abierto... ¿qué tal si te echo un poquito de sal? ¿Te gusta? No podemos olvidar la pimienta...

¿Tenés sed? ¿Qué tal si te bebés tu propia hiel? (CORTE).

¿Te sirvo un poco más de tu propio caldo?

Apuesto a que nunca más disfrutarás de una cena como esta, cariño (porque esta es la última). Bon appetit! (BESO).

Comentarios

Eso duele. Por lo menos no te pasó por la mente el jugo de limón para el ceviche
Cristibel dijo…
Jejejejeje...

Entradas más populares de este blog

Aguacero

La Chaskañawi

Destello