Y... ¿qué se le puede hacer?

Hace 32 años, 5 meses y 9 días nació una niña que siendo niña, tenía sentimientos de mujer. Y no los de cualquier mujer, sino de una mujer que le gustaba cazar.

Tengo fotografías en las que aún era una bebé mientras rodeaba con mis pequeños brazos el cuello de un pequeño, mientras lo cubría de besos.

Cuando vi aparecer en la televisión a Pucca, no pude evitar el verme reflejada. Claro, los niños salían corriendo. Lo mismo pasó con los adolescentes, y eso no logró acomplejarme. Aún los hombres de hoy huyen, cobardes. Yo ya decidí que si no se atreven a amarme es porque soy mucha mujer para ellos.

Algún día encontraré un hombre que sea lo suficientemente valiente como para amarme, y que me quiera así como soy, fuera de lo común, antes muerta que sencilla, con todas y cada una de mis ocurrencias y locuras, con mis obsesiones y mis adicciones, con mis fetiches y mis deseos blancos y oscuros, con mis botas rotas y mi billetera vacía, con mi verso fácil y mi andar cadencioso, con mi pasión por el arte y mi deseo de hacer de cada segundo un momento mágico, con mis canas y mis libras de más, con mi romanticismo del siglo XIX y mi conexión con mis antepasados, con mis deseos de volar, y con el hecho de que siempre estoy volando, sin necesidad de ningún estimulante, aunque está bien si me estimulás..., con mis salidas de niña caprichosa y consentida, con mis discursos sin sentido o existencialmente opuestos, con mis ganas de que nos preparemos un plato juntos y que nos comamos mutuamente para el postre, con mi decisión de compartir la Vida con vos, que no puede haber nada mejor porque me hacés más feliz de lo que ya soy, con todo, con la cereza en la boca para que me la mordás y con la intención de besarnos el alma, como canta la cueca.

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