Y la Vida que te devuelve una sonrisa
No es la primera vez que lloro en el bus. Intenté detenerme, pero el dolor de cabeza me lo impidió. ¿El motivo? El de siempre: me angustia mu situación económica. Hace seis años me contrataron con el mismo salario que estoy ganando ahora. El costo de la Vida, claro está, no es el mismo. Entonces pude mantenerme sola. Ahora, aunque vivo con mis padres, el dinero nunca me alcanza. Cuando estoy a punto de salir de mis deudas, adquiero otras, para poder llegar al final de la quincena.
Traté de desviar mis pensamientos, cuando se subió al bus un muchacho con una sonrisa enorme, una boina y una guitarra. Rasgó las cuerdas desde el alma, cantó con el corazón. De nuevo lloré, fue inevitable. Pero también fue inevitable sonreír. Yo haciéndome líos y este tipo feliz de la Vida, con su guitarra y sus ganas y unas cuantas monedas en su bolsillo: las que pasó recogiendo después.
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Un abrazote.