El tamaño de la soledad
Soñé que era una loba, y que corría sola por el desierto. Me detuve entonces, en medio de la nada, jadeante, con las patas llenas de polvo, bajo la Luna Llena. Entonces aullé, aullé agudamente, desde mis entrañas. El viento del desierto movió mi pelaje, y con él la arena que cubría mis heridas. Alcé la cabeza hacia las estrellas, y deseé que me abrazaran. Mis patas cedieron y caí al suelo. Nada había alrededor.
Y pasó la noche, y llegó el alba, fría, seca. Pero el frío no logró levantarme. Estaba muy lejos de la manada, y no quería regresar: no sabía dónde me sentía más sola. Entonces deseé abrigarme con otra piel.
El frío empezaba a helarme el alma. Mi corazón empezó a latir lento, muy lento. Y mi respiración se cortaba. El viento me cubría de arena, y mis ojos se cerraban, perdiendo visibilidad. Pensé que sería una con el desierto.
Entonces sucedió lo inesperado: la Tierra empezó a latir suavemente, y el calor me volvió al cuerpo, suavemente...
Comentarios
Casualmente estoy igual que la loba, dejandome caer, lejos de la manada y deseando abrigarme con otra piel.
Salud!
y te lo énvio amiga, aveces la vida nos manda soledad, el frio parece apoderarse de nosotros, pero.... con desapego y un trascender total no hay real soledad!!
De la soledad
A. Gurfinkel
Cuando sientas muy intensa la soledad
Cércala
Cércala de modo que se aloje
tan solo en el corazón.
En el centro del corazón.
Vívela, tanto que tu respiración
no sea más que el develarse de la soledad.
No muevas tu cuerpo.
No pronuncies palabra
ni con los labios cerrados.
No traigas imagen alguna a tu mente.
No generes movimiento
alguno en tu interior.
Redúcete más y más a tu soledad.
Que nada preceda ni suceda.
No esperes fin alguno
en el suspenso.
Que no haya suspenso. Nada.
Soledad de soledades.
Cuando regreses, háblame.
Cuéntame que has estado
una vez realmente sola.
Y sabremos cuan poco solo
se está en la real soledad.