La pantalla está viva
Señoras y señores... la pantalla está viva. Así como lo leen. No sé si alguna vez han tenido la sensación de que la Vida transcurre ante sus ojos como si se tratara de una película. Muchas veces, si se está afuera (y aún estando dentro) resulta mucho más divertido que ver televisión. Las acciones ocurren en vivo y los personajes son reales, y lo mejor de todo, no se están dando cuenta de la escena que están armando.
Otras veces, no resulta tan divertido. Como cuando, siendo la protagonista de mi propia película, me veo viajando en el autobús, con cara de cansancio o de pocos amigos, apoyada en la ventana, y la imagen me devuelve la palabra: VULNERABLE. Entonces escucho en primer plano la voz de un robot que me advierte: ¡PELIGRO, PELIGRO! Y como si se tratara de un absurdo, recuerdo que es Luna Llena.
Cruzo el puente, y veo a un tipo que está reclamándole algo a un ser imaginario. Y bueno, imaginario, para mi, porque él sí lo está viendo. Y quizás para él yo no exista, aunque haya pasado a unos centímetros de su existencia.
De la misma manera, cruzo la puerta de mi trabajo, y me convierto en un personaje. El otro día comentaba una compañera: "Ahí está Cristibel, toda proper, tapada hasta arriba, saludando y ubicando a la gente en las mesas". "Pues sí -le contesto-, sé interpretar los papeles que me toca representar in questa vita".
Mi punto es, que no hace falta rebuscar mucho para contar historias. Las historias están frente a nuestros ojos, y viven en una dimensión latente, sangrante, absurda y tragicómica.
Otras veces, no resulta tan divertido. Como cuando, siendo la protagonista de mi propia película, me veo viajando en el autobús, con cara de cansancio o de pocos amigos, apoyada en la ventana, y la imagen me devuelve la palabra: VULNERABLE. Entonces escucho en primer plano la voz de un robot que me advierte: ¡PELIGRO, PELIGRO! Y como si se tratara de un absurdo, recuerdo que es Luna Llena.
Cruzo el puente, y veo a un tipo que está reclamándole algo a un ser imaginario. Y bueno, imaginario, para mi, porque él sí lo está viendo. Y quizás para él yo no exista, aunque haya pasado a unos centímetros de su existencia.
De la misma manera, cruzo la puerta de mi trabajo, y me convierto en un personaje. El otro día comentaba una compañera: "Ahí está Cristibel, toda proper, tapada hasta arriba, saludando y ubicando a la gente en las mesas". "Pues sí -le contesto-, sé interpretar los papeles que me toca representar in questa vita".
Mi punto es, que no hace falta rebuscar mucho para contar historias. Las historias están frente a nuestros ojos, y viven en una dimensión latente, sangrante, absurda y tragicómica.
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Un abrazo.