Anoche salí con mi primo y sus hijas. Le propuse que fuéramos al cine. El en cambio me dijo que iríamos a San José, a la Avenida Central. En el fondo pensé "para qué?", y le dije: bueno, la verdad es que a mi San José no me gusta, pero bueno, yo lo que quiero es verlos y estar con ustedes. No adivinaba las intenciones de mi primo aunque ya estábamos en San José, cuando lo vi acercarse a un vendedor ambulante para comprarle bolsas de confetti. Pensé por un momento en mi peinado de salón y simplemente me amarré el pelo en un moño. En unos minutos, con la bolsa de confetti en mano, empecé a disfrutar del placer de tirarle confetti al más despistado o despistada. Mis primas corrían en media Avenida tirándose confetti entre ellas, y cuando las percibieron (jamás pasarían desapercibidas), se convirtieron en blancos del confetti. Salada la que abría la boca porque comía confetti. A ojos cerrados era mejor caminar, porque no es nada fácil sacarse los papelitos de los ojos enrojecid...