Redacción: Mi familia
Sí, es casi como un deber... Por mucho estoy mejor sola. Es bueno levantarse cada mañana y escuchar el silencio. Y si amanezco de malas, me lo quito con agua fría. Pero no puedo hacer lo mismo con mis padres. Nadie los cambia. Lo curioso es cuando te das cuenta de que, vayas donde vayas, los llevas contigo. Y el paquete va completo: temores, angustias, defectos y virtudes. Cuesta deshacerse de esos fantasmas. ¡Ahora, de los tics...! Pero al fin y al cabo, de ahí provienes. Es tu origen. No hay de otra. Además, es curioso, cómo aún puedo ser una niña pequeña que necesita de su padre cuando se enfrenta a una cucaracha, o después de ver una película de terror, o sencillamente cuando quiero un abrazo. Y sé que nadie más haría eso por mí, entre otras cosas...