Las sirenas tenemos derecho a viajar solas


Conchal, 2003

Como Mar, o Sirena (su nombre artístico), yo también tuve 25 años. Justo a esa edad me fui a vivir a Conchal, tras no tener éxito en la búsqueda de trabajo como productora audiovisual egresada de la UCR. Trabajé como niñera en el Kids Club de Paradisus Playa Conchal, y posteriormente en Recepción.

Cuando tenía un día libre, me iba a explorar Guanacaste. No tenía medio de transporte, ni siquiera una bicicleta, así que pedía ride, pasara lo que pasara: moto, cuadra, carro, bus, camión o tráiler. Nunca me pasó nada que pusiera en riesgo mi seguridad, aunque les parezca riesgoso. 

Una vez traté de llegar a Rincón de la Vieja, sin mucha noción de la distancia. Nunca llegué hasta allá, pero descubrí un río donde andar en kayak y la pasé súper. Otra vez me quedé dormida en Playa Negra, y sí me asusté porque la marea creció y no tenía forma de cruzar a la otra playa, y los dueños de las lanchas estaban reposando. Por suerte un muchacho y su novia venían en lancha del parque, y así pude cruzar a Tama.

Cuando vivía en el hotel, en las habitaciones de empleados, a veces me despertaba a las 3:00 de la mañana, y me iba caminando por la calle de Brasilito, hasta llegar a la playa, a veces. Sí, sola. Nunca me pasó nada. Sí había mucha droga, y detestaba ese olor a hule quemado en el ambiente, pero yo pasaba de largo. Me gustaba cantar y caminar de madrugada. Una vez, con un grupo de amigos, dormimos sobre sábanas y nos quedamos a ver el amanecer, en la playa.

Me encantaba irme de fiesta con mis compañeros y compañeras de trabajo a Tamarindo. A veces tomábamos una buseta entre todos, o un taxi. Regresábamos al amanecer, para empezar a trabajar como si no hubiéramos trasnochado. Nunca me pasó nada que me hiciera sentir que corría peligro.

Lo más peligroso de ese tiempo en la playa, fue enamorarme de un pendejo, y no cuidar mi corazón. Arriesgué más que eso. Aprendí a cuidarme. Y eso me tomó años aprenderlo. 

Sí fui etiquetada y juzgada. Ni la cuarta parte de los chismes que se contaban de mi eran ciertos. Todo por ser una mujer libre. Desde puta hasta bruja. Y bruja sí soy, pero nunca he utilizado lo que sé para hacer daño a nadie. 

Han pasado 15 años desde entonces, y aún hay personas que piensan que una muchacha no debe viajar sola, o caminar sola por la playa, menos de noche. Es 2018, y una muchacha extranjera fue asesinada en una de nuestras hermosas playas. Una muchacha con sueños, con un presente y con un futuro coartado por la violencia machista. Por pensar que los cuerpos de las mujeres son de quien los toma y los ultraja. Lo siento, perdóname, gracias, te amo, Mar. Tu sacrificio fue muy grande. Ojalá que las conciencias despierten, y que las nuevas generaciones de hombres y mujeres, sean criadas con Amor y Respeto.

A sembrar Amor y Fortaleza. A enseñar a las mujeres a desarrollar su intuición y defensa personal. A enseñar a los hombres a respetar, valorar y Amar.
Por favor no alimentemos el miedo. El miedo es lo contrario al Amor. Y, si sentimos miedo, que sea el impulso para prevenir más muertes, organizándonos y protegiéndonos.

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