El pescador y la sirena
Nos encontramos dos veces en un sueño lúcido, y desde entonces el deseo habitaba nuestras miradas. El segundo, fue más cotidiano, como si estar juntos fuera lo habitual.
Te conocí mientras me despedía de Nosara, con tu amigo de siempre. Me presenté naturalmente, y luego te seguí la pista: entonces fui yo la que lanzaba la caña de pescar. Pero las sirenas, no necesitamos una caña. Cuentan las malas lenguas, que ahogamos a los marineros. Siempre he creído que ese rumor es muy malintencionado. Tenemos facilidad para enamorarnos de los marineros, sí. También de los piratas, y de los pescadores, como vos. Antes de que atracaras al puerto de mis ojos, te leí, te escribí, enviándote notas en botellas, y canciones de Monsieur Periné. Me encantaría verte en el teatro, te dije esa primera vez, y pasaron meses hasta que pudo ser. Parece que los tiempos no se nos dan. Si pudiera hacerte un regalo, sería un reloj, sincronizado con el mío, para que nos encontremos más a menudo. "Todo tiene su tiempo", me diría mi gurú, uno muy sabio que vive en el fondo del Mar. Sin duda tiene razón, me encantaría llegar a tener al menos un poco de su sabiduría, y por eso me gusta escucharlo...
Pero volvamos a esa noche, en la que disfruté tanto tu sonrisa a la salida del teatro y vos mi invitación a bailar. Sentirte tan cerca, en cada paso de baile, adivinando tus movimientos cuando sentiría tu piel desnuda sobre la mía, me hizo volar la imaginación. Desafiaste mis propios límites, si me preguntás qué es lo que más me gustó. Fuiste tan suave al principio como fuerte después. Me aferré a tus brazos y supe del placer que era capaz de sentir. Al amanecer dibujé con las yemas de mis dedos, los mapas de manchas que habitan tu piel, e hice caminos entre tus mechones de cabello. Te conté que soy una bruja blanca, y me pediste que te contara más... Para entonces, la luz del Sol ya iluminaba mi casa.
Un día, mientras meditaba pensándote, te encontré bajo la lluvia. Te gustó el color naranja que sobresalía en mi vestido azul. Otra vez tu sonrisa, y días después, otra noche de encontrarnos a besos. Despedirnos porque viajarías al otro lado del Mar, para vernos 12 lunas después. Ni siquiera tanto desencuentro me hizo olvidarte.
Poco después de tu partida, me sumergí en un océano muy oscuro, del que me costó salir a la superficie. No, no por vos. Necesitaba entrelazar las redes de mis propias heridas.
Nunca imaginé encontrarme con vos en la misma escena. Siempre he creído profundamente en hacer lo que me gusta, y veo que pensamos igual. Al terminar nos acercamos, y bailamos de nuevo, en otra pista. Y nos ocultamos en medio del canto de los grillos, y el frío de la madrugada, para hacer el amor. - Lo que más disfruté fue el abrazo, te dije al despedirme, mientras recordaba cómo acariciabas mi espalda, cuando descansaba sobre tu pecho.
Nos falta bailar un bolero, bien pero bien cerquita, porque la Vida vale lo que el cuerpo, calienta, cantaría Guadalupe . Brindo porque esta vez sea frente al Mar.
Te conocí mientras me despedía de Nosara, con tu amigo de siempre. Me presenté naturalmente, y luego te seguí la pista: entonces fui yo la que lanzaba la caña de pescar. Pero las sirenas, no necesitamos una caña. Cuentan las malas lenguas, que ahogamos a los marineros. Siempre he creído que ese rumor es muy malintencionado. Tenemos facilidad para enamorarnos de los marineros, sí. También de los piratas, y de los pescadores, como vos. Antes de que atracaras al puerto de mis ojos, te leí, te escribí, enviándote notas en botellas, y canciones de Monsieur Periné. Me encantaría verte en el teatro, te dije esa primera vez, y pasaron meses hasta que pudo ser. Parece que los tiempos no se nos dan. Si pudiera hacerte un regalo, sería un reloj, sincronizado con el mío, para que nos encontremos más a menudo. "Todo tiene su tiempo", me diría mi gurú, uno muy sabio que vive en el fondo del Mar. Sin duda tiene razón, me encantaría llegar a tener al menos un poco de su sabiduría, y por eso me gusta escucharlo...
Pero volvamos a esa noche, en la que disfruté tanto tu sonrisa a la salida del teatro y vos mi invitación a bailar. Sentirte tan cerca, en cada paso de baile, adivinando tus movimientos cuando sentiría tu piel desnuda sobre la mía, me hizo volar la imaginación. Desafiaste mis propios límites, si me preguntás qué es lo que más me gustó. Fuiste tan suave al principio como fuerte después. Me aferré a tus brazos y supe del placer que era capaz de sentir. Al amanecer dibujé con las yemas de mis dedos, los mapas de manchas que habitan tu piel, e hice caminos entre tus mechones de cabello. Te conté que soy una bruja blanca, y me pediste que te contara más... Para entonces, la luz del Sol ya iluminaba mi casa.
Un día, mientras meditaba pensándote, te encontré bajo la lluvia. Te gustó el color naranja que sobresalía en mi vestido azul. Otra vez tu sonrisa, y días después, otra noche de encontrarnos a besos. Despedirnos porque viajarías al otro lado del Mar, para vernos 12 lunas después. Ni siquiera tanto desencuentro me hizo olvidarte.
Poco después de tu partida, me sumergí en un océano muy oscuro, del que me costó salir a la superficie. No, no por vos. Necesitaba entrelazar las redes de mis propias heridas.
Nunca imaginé encontrarme con vos en la misma escena. Siempre he creído profundamente en hacer lo que me gusta, y veo que pensamos igual. Al terminar nos acercamos, y bailamos de nuevo, en otra pista. Y nos ocultamos en medio del canto de los grillos, y el frío de la madrugada, para hacer el amor. - Lo que más disfruté fue el abrazo, te dije al despedirme, mientras recordaba cómo acariciabas mi espalda, cuando descansaba sobre tu pecho.
Nos falta bailar un bolero, bien pero bien cerquita, porque la Vida vale lo que el cuerpo, calienta, cantaría Guadalupe . Brindo porque esta vez sea frente al Mar.
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