Arturo


Grabando en Radio Nederland, con Arturo Meoño y don Amable Rosario.


Cuánto daría por estar almorzando su comida en este momento... Tenía una forma tan particular y tan creativa de cocinar... Nunca repito, y en su mesa siempre quise más. Había entrada, plato fuerte y postre. A veces más. En un día como hoy, en el que me siento triste, me hubiera invitado a su casa, o a La Llovedeira. Pero esta vez estoy triste porque ya no está.

Llegué a Radio Nederland gracias a mi papá. Una de las tantas veces que yo estaba sin trabajo, mi papá se aventuró a ir a Radio Nederland para buscarme una entrevista. Así fue como en diciembre de 2002, llevé con Arturo un taller de voz para actuación en el ICER. Recuerdo cuando subimos a la azotea del edificio, y nos hizo cerrar los ojos para identificar los sonidos. Fue mágico.

Después de ese taller, empecé a grabar en Radio Nederland, la mejor escuela que he tenido como locutora. Me gustaba tanto, que aún viviendo en Conchal, tomaba el bus de TRALAPA,que duraba 7 horas y media, me bajaba en Paseo Colón, y me iba a grabar a Sabana Sur, para devolverme el mismo día. Compartir con actores y actrices profesionales y representar distintos personajes que salían de la imaginación e investigación de Arturo, fue increíble. También me enseñó a escribir para radio. Creyó en mi, me enseñó a confiar en mi capacidad y en lo que era capaz de lograr.

Llegó a convertirse en un amigo, confidente y padre para mi. Con él hablaba cosas de las que jamás hablaría con mi papá biológico. Y es que Arturo nació para ser papá. Se lo dijo una vez una mujer que le tiró las cartas. Y lo digo yo que lo vi ejercer su papel con tanto amor. Aprendí mucho en su casa, y hay muchas cosas que admiro del hogar de Arturo y Waleska. Terminé adoptando a su familia. Conozco a Gina desde los 3 años, a Lía le di clases de belly dance y Fabián se convirtió en un amigo muy cercano. Ámbar casi nace en su casa, donde me acogieron porque mis papás no apoyaban el parto en casa. Ahí estuve la primera semana de Ámbar, mientras me recuperaba del parto y tomaba fuerzas para regresar a mi realidad.


El día que me enteré que estaba embarazada, después de hablar con el papá de mi hija, fue al primero al que llamé, llorando.Y me recordó lo mucho que yo quería ser mamá. Era mi Ubicatex. No quería ser padrino de la peque. Decía que estaba muy viejo. Quizá intuía que se iría pronto. Sin embargo, hizo reír tanto a Ámbar que lo llamaba el "tío gracioso". Aunque más que tío, fue lo más cerca que estuvo de ser abuelo.

Por él conocí nuevas canciones y nuevos sabores. Y varias cantinas de Alajuela. La que más recuerdo es El Cinco Menos, donde preparan un pescado entero delicioso. Fui a ver El Mercader de Venecia,  obra que dirigió Arturo, con Ámbar en brazos, así que fue su primera obra de teatro.

Quedaron pendientes proyectos... La última vez que nos vimos fue en el verano de 2017, cuando fuimos a un club con piscina, con la peque. Luego me enredé en mi Vida, y un día, mientras meditaba, sentí que debía llamarlo (nos comunicábamos por telepatía). Me contestó Waleska, y me contó que estaba enfermo, que ya no podía hablar, y no quería ver a nadie. Fue muy doloroso. Sobre todo entender y respetar su espacio. Gracias a mi amiga Anny pude comprenderlo. Desde entonces empecé a extrañarlo. Sólo me queda decirme lo que siempre me digo en estos casos: las personas que viven en nuestro corazón, jamás mueren.


Arturo, Waleska y Ámbar, en su bautizo en la montaña.

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