Yo, Mujer. Nosotras, Diosas.

Una deja de ser "la misma de siempre" cuando adquiere conciencia de sí misma como una diosa. Hay algo que permanecía dormido en el interior, que despierta. Entonces la percepción de una misma y de una en el mundo, cambia. Para llegar a este punto, se necesita madurez. Y para llegar a la madurez, hay que crecer. Crecer suele doler, porque hay mucho que dejar atrás para que cada experiencia represente un aprendizaje.

La doncella queda atrás. Hay un despertar de la magia, una conexión profunda con las ancestras, e incluso con la Abuela en la que una se convertirá. Hay que tener cuidado con este nuevo conocimiento: hay que saberlo utilizar, y saberlo encausar. Mi ejercicio favorito ha sido el de escuchar mi corazón, mi intuición. Recientemente me dijeron: escuchá tu útero. Y es que es en nuestro útero donde se genera toda la fuerza que tenemos. Nuestra fuerza... y nuestra sabiduría.

Y aunque es un proceso interior, compartir este proceso con otras mujeres es sumamente enriquecedor. Contando la historia de cada una, se despiertan las fibras más profundas. Lo que a una le nace, a otra la sana. Lo que una descubre, a la otra le hace bien. Es como crear juntas un enorme tejido. Y siendo así, es una forma de volver atrás, al tiempo en el que las mujeres se reunían a conversar, cantar, bailar, hablar, y compartir... también sus silencios.

Sueño despierta con la imagen de cada mujer, lo que hemos avanzado en este tiempo. Definitivamente no somos las mismas. Yo no me siento la misma. Me siento mágica, y por tanto, más empoderada. Me amo y me valoro así. Y estoy lista para volar.


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