Al Amor que viene y que va

Fue un juego de miradas... no más que eso... Ella se entretuvo un buen tiempo con el flirteo. Él se detuvo a investigar quién era ella.

Un día se encontraron en el mismo autobús. Fue la primera vez que hablaron, más allá de un "hola". Mucho más cerca de lo que habían estado jamás. Sintiendo uno el aliento del otro. Hablando de temas de los que no hablarían con cualquiera...

Entonces ella hizo lo mismo... investigó... Y se dio cuenta de que él no pasaría del plano platónico. Esto porque rompía la única de sus reglas... Y justo cuando ella acababa de enterarse, él le propuso visitarla una noche, lo cual era técnicamente imposible, porque ella no vivía sola como para recibirlo con el pecho abierto... pasando por alto su regla número 1... Entonces él la llamó... Esa llamada hizo que las estrellas hirvieran, y la Luna se asomó para ver qué era aquel escándalo. No dejaron nada a la imaginación. Sus voces se convirtieron en gemidos, sus gemidos en inhalaciones y exhalaciones... Aquella conversación despertaría una y otra vez sus fantasías...

Pasó el tiempo, y para ella, él se convirtió en una obsesión. Tuvo que luchar mucho para sacárselo de la mente. Trató de sustituir la fantasía... y sólo lo lograba temporalmente... Era tanto y tan fuerte, que tenía clavados sus grandes ojos en su piel, y ardía con sólo pensarlo... Llegó uno, otro, y otro... y ninguno lograba satisfacer la sed que ella tenía de sus carnosos labios.

Luego vinieron las conversaciones... en cada diálogo se conocían más profundamente... Y en cada encuentro, ella trataba de guardar sus pensamientos, sus deseos de saltarle encima como una fiera salvaje, de revolcarse con él entre las hojas secas de los árboles como sus antepasados mamíferos.

Llegó una noche en la que lo tuvo tan cerca de su alma y su cuerpo, que después de bailar cuerpo a cuerpo, con los ojos cerrados, logró darle un beso: suave, dulce, breve... con tan mala suerte que el taxi en el que viajaban brincaba como uno de esos buses que no deberían pasar RITEVE.

Pasó una vuelta al Sol... y ella se propuso terminar un ciclo. Año Nuevo, Vida nueva, como dicta el cliché. Aparentemente todo empezó bien, pero bastó una conversación para que ella sintiera como le temblaban las piernas, y... se le aguaron los ojos. Empezaron a conectarse más, y más... y los jueves se volvieron un hábito adquirido. Hablaban de sus niños, de sus familias, de ellos mismos...

Una vez, sin planearlo, ella desnudó su alma, y se sintió tan vulnerable, tan expuesta, que no sabía de dónde habían salido sus palabras. Él le dijo: confiá en mi. Ella tuvo que detenerse para digerir lo que había dicho.

Una y otra vez estuvieron sus cuerpos muy cerca de arder juntos. Una y otra vez, una u otro cancelaron la cita. Se encontraron en un chat y él le dijo: quizás algún día en otra Vida fui tuyo, quizás algún día en otra Vida, seré tuyo. Ella le dijo: Si tiene que ser, será. Si no, no. No lo sabemos. No soy Penélope en esta historia, soy Ulises. Aunque... tengo un poco de los dos.


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