Buscando respuestas
Fui buscando respuestas. Tal vez no es el lugar que cualquiera buscaría para meditar, pero es el que tenía más a mano. Siempre paso al frente y pienso: debería ir. Me gusta su silencio detenido en el tiempo. Y bueno, no es casual que de niña me generara cierta fascinación... Cuentan que me gustaba correr entre las flores (por supuesto no imaginaba qué había debajo de ellas).
La busqué... Estaba cubierta de hormigas y mala hierba. Pensé: debería tener rosas, como ella solía plantar en su jardín. No recé, venía a conversar, como lo hacíamos cuando vivíamos juntas. ¿Cuál era el secreto de la fortaleza de una mujer como mi abuela? Yo que me deprimo por menos, y ella jamás se rindió, por miserables que fueran las circunstancias.
Me acosté sobre la hierba. Unos metros de tierra me separaban de sus restos. Desde allí la extensión de la bóveda gris parecía hundirme contra la tierra. Un grupo de golondrinas volaba en círculo. Sin desarmarse, formaron otro contiguo al primero. Hasta que finalmente deshicieron la formación y me dejaron con mis interpretaciones dando vueltas en círculos: o más bien más claras. Tengo que liberarme de mis conflictos. Unas cuantas gotas de lluvia me refrescaron el rostro. Un muerto me sacó de mis cavilaciones cuando empezó a roncar. Eso y el olor a muerte, que es penetrante cuando la tierra está húmeda. Me levanté, porque aún estoy viva. Y le agradecí a mi abuela, su ingenio para responderme.
La busqué... Estaba cubierta de hormigas y mala hierba. Pensé: debería tener rosas, como ella solía plantar en su jardín. No recé, venía a conversar, como lo hacíamos cuando vivíamos juntas. ¿Cuál era el secreto de la fortaleza de una mujer como mi abuela? Yo que me deprimo por menos, y ella jamás se rindió, por miserables que fueran las circunstancias.
Me acosté sobre la hierba. Unos metros de tierra me separaban de sus restos. Desde allí la extensión de la bóveda gris parecía hundirme contra la tierra. Un grupo de golondrinas volaba en círculo. Sin desarmarse, formaron otro contiguo al primero. Hasta que finalmente deshicieron la formación y me dejaron con mis interpretaciones dando vueltas en círculos: o más bien más claras. Tengo que liberarme de mis conflictos. Unas cuantas gotas de lluvia me refrescaron el rostro. Un muerto me sacó de mis cavilaciones cuando empezó a roncar. Eso y el olor a muerte, que es penetrante cuando la tierra está húmeda. Me levanté, porque aún estoy viva. Y le agradecí a mi abuela, su ingenio para responderme.
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