Asalto no. 7

Empezó a temblar, fuertemente. Fue aumentando la intensidad, y el tiempo. Bajaba la gente corriendo por las escaleras. No es lo más indicado, pero es lo que provoca la desesperación.

Yo también corrí, buscando alguna pared segura para aferrarme. Fueron varios temblores. Parecía que iba a terminar uno, cuando empezaba el otro.

Me así a la pared. Conmigo estaban otros desconocidos. Cuando pasó todo, salimos del edificio. Aquello era desastroso. La gente corría. Todos buscaban alimentos. Algunos robaban, otros sólo buscaban las sobras.

Lo que me indignó era ver cómo los gringos se burlaban de los ingleses y los mexicanos de los gringos (esto último tenía más sentido): no era momento para burlas.

Del edificio hecho escombros salió un mariachi, y empezaron a tocar y cantar. Tampoco era el momento, pero no pude evitar sonreír.

Me uní a un grupo de jóvenes que llevaban consigo una canasta de comida. ¡Estaban locos! Nos asaltarían en menos de lo que esperábamos... Había que ocultar los alimentos en las mochilas de cada uno. Pero igual los bultos despertarían sospechas.

No tuve tiempo para resolverlo: amaneció.