Hace rato que no sé nada de vos
- ¿Te acordás cuando nos vinimos caminando desde la U hasta mi casa? Nos detuvimos en este mismo parque. Entonces no había una cancha de basket, y el play no era de madera ni ergonómico... Nos detuvimos a besarnos, porque para nosotros entonces no existía el tiempo. Bailamos sin música, no la necesitábamos.
Hace rato que no sé nada de vos. La última vez que chateamos estabas tratando de recuperar a la madre de tu hijo. ¿Te acordás cuando Otto predijo que ibas a ser papá? En eso no se equivocó.
A mi se me presentó la misma carta que a mi madre: viajar, dejarlo todo por amor. Yo no me lo tomé en serio. Me tomé cada gota del dinero para el pasaje. Me enamoré: me rompieron el corazòn y rompí otro. Y regresé a San José sin un colón. Cesaron los mails, esos románticos en los que sentía que me escribías poesía. Escribías muy bien... se me movía el piso... Y podía escuchar tu voz en mi mente... casi no la recuerdo, pero me encantaba escucharte. Tanto cuando estabas en la Avenida Central, manifestándote contra la Guerra de Irak, como cuando me hablabas al oído. Hasta recuerdo el color de tu risa.
Hace rato que no sé nada de vos. Pero es inevitable recordarte ahora que llevé al parque a mi hija, o cuando escucho Buena Vista Social Club. Empezamos bailando. Esa fue la excusa. Todas mis amigas querían bailar con vos. Entonces no era común que un mae supiera bailar tan bien.
Te envié un regalo con tus padres, cuando terminaron la maestría. Una camisa azul, un suéter, y frases de las canciones de Buena Vista Social Club.
Duramos lo que dura un poema. Me pregunto si aún recordás mi perfume. El de mi piel.
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