Respirar


El primer día del año, recibí la mejor lección que puedo haber recibido: respirar.

Amo el Mar, me siento en mi elemento cuando estoy adentro. Acostumbro decir que podría quedarme allí adentro, sin volver a tocar Tierra...

Conversaba con mi amiga Melissa, mientras el Sol desaparecía en el horizonte marino: perdimos la noción del tiempo, y del espacio. De no ser porque ella me dijo: "No toco fondo", no me hubiera percatado de ello. Sin detenerme a comprobarlo, le contesté: "Nademos con las olas". Fue lo que me dijo mi lógica. Nadamos de frente, sin saber que lo recomendado, en estos casos, es nadar en diagonal. La corriente nos siguió jalando en la dirección contraria, hasta que nos cansamos de nadar. Mi amiga gritó por ayuda, con los ojos muy abiertos a pesar de la sal. Yo me concentré en flotar. Afortunadamente, había un grupo de chicos  cerca, y pronto nadaron en nuestra dirección. Mi amiga les gritó que me ayudaran a mi primero, porque estoy embarazada. Dos de ellos fueron en mi ayuda. A ella le tocó luchar sola, tragó agua y pensó en su muerte. Pero tuvo tiempo para rezar. Mientras tanto, yo hundía a uno de mis rescatistas tratando de apoyarme en él. Nos costó acomodarnos a los tres. Uno de ellos me preguntó si podía nadar de espaldas. Me di la vuelta, pero una ola enorme se encontró de frente conmigo, así que de inmediato regresé a la posición original. Tampoco me di cuenta de que había entrado en pánico hasta que uno de ellos me pidió que no lo hiciera. En ese momento pensé en mi parto. Me pregunté si sería similar la sensación. Me percaté de que el miedo no me salvaría, y me concentré en relajarme y RESPIRAR. Todo esto en cuestión de segundos. Y a partir de esta decisión pudimos salir los tres, bueno, los cuatro. - Por favor, ayuden a mi amiga, les pedí. Yo salí caminando, con el brazo tenso de uno de mis rescatistas sujetándome la muñeca. Ninguno de los de nuestro grupo se había percatado de lo que sucedió en el Mar, hasta que les contamos el cuento. A mi amiga le costó salir del shock. Meditamos, le hice reiki y dimos las gracias. Le tomó tiempo volver en sí. - No queda más que dar las gracias, le dije.

- Ámbar significa "que flota sobre el Mar", en árabe, ¿te acordás?, le dije. -Sí, me respondió Melissa con los ojos brillosos. Por primera vez, mi hija le hizo honor a su nombre. 

Un par de días después, volví a internarme en el Mar, y le expliqué a Ámbar lo que había sucedido, que el mar puede ser tan peligroso como insondable, pero así me apasiona, y que siempre estaré para cuidarla.



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